Recién ahora, luego de varios días, pude escribir unas palabras que quisiera compartir.
No tengo los mails de todos, por favor reenvíenlo a quienes consideren pertinente.un abrazo
Diana Sperling
… y Janán sigue muriendo
Con cada carta, cada mensaje, cada conversación entre los amigos, la muerte de Janán vuelve a hacerse presente.
Los que lo velamos aquí y supimos que él se iría, como deseaba, hacia allá, a Israel, “su” tierra prometida.
Los que lo velaron allá y recibieron su muerte un día después, como a la inversa, la noticia de los jaguim en la diáspora.
Es paradójico: para todos los que lo amamos, Janán sigue viviendo. Pero precisamente por eso, su muerte no cesa de ocurrir una y otra y otra vez.
(Pensé decir: los que lo conocimos, los que lo quisimos, los que… ¡tantos verbos podrían emplearse! Pero de golpe advertí que “amamos” es pretérito pero a la vez presente, de un modo indiscernible. ¿Será ésa la forma de irse-y-de-quedar que tienen los queridos?)
Janán el plural, el que ha tenido tantas vidas, gato o Ave Fénix, resurgiendo múltiplemente de su ruina y convirtiendo la derrota en triunfo; Janán el muchos, como dice Alberto (Cada uno con su Janán); Janán el libre, como el de Leo S.; el de las palabras lúcidas, como el de Laura y el de Enrique, el de la enseñanza sencilla y verdadera, como el de Leo; el sobreviviente de sí mismo, como el de Dany y Ruthy… pero para todos, Janán el vivo, el brillante, el batallador, el profundo, el querible más allá o más acá de toda diferencia, de toda objeción, de todo desacuerdo.
Siempre en estos casos uno lamenta no haber estado con él un poco más, no haberlo escuchado más veces, no haber dispuesto del ratito para tomarnos otro café y conversar de la vida y nuestras cosas. Es que, aunque lo hubiese hecho, tampoco alcanzaría. La vida y la pasión brotaban de él por todos sus poros, aun en los peores momentos. Su amor, su sabiduría, su inteligencia, su cuidado, sus piropos incluso, requerían de receptores tan muchos que una sola persona no hubiese podido jamás ser suficiente.
Me quedo con la imagen de dos o tres encuentros privilegiados: un asado en mi casa, un café en la Ópera, unas charlas de intimidad inigualable, un abrazo de piernas ya enclenques pero de corazón vigoroso y mirada de estrellas.
Para mí, Janán sigue viviendo y muriendo a cada rato, como todo lo realmente vivo y esencial, porque su muerte seguirá doliendo mucho tiempo como ayer, como hoy, como el tiempo en el que lo amamos.
Diana Sperling
1 comentario:
Janan era un Tzadik, lo escuchaba siempre cunado hablaba conel Rabino Grunblatt
http://www.jabadurquiza.com/
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