
Todos pensaran que mi inclinación a escribir sobre la adversidad, de lo que ocurrió durante los últimos 20 años, es un relato de mi vida.
Es cierto, pero no es sólo lo que llamamos enfermedad sino que incluye la pelea que uno debe darle superando síntoma por síntoma.
Síntomas que aparecían sin aviso, con aviso que sólo la segunda vez se hacían comprensibles, señales que uno recibe y que deja pasar, pero lo seguro es que salvo los cuadros más agudos , que no avisan previamente(infarto masivo), en todos se han recibido señales, que uno las siguió o la dejo pasar. A veces convenció al médico, que lo que uno tiene es tan grave con la fuerza de la negación que cuando se lo propone puede involucrar a otros.
Negación de la que el paciente es portador para negar lo que sabe.
Todos los que somos portadores sabemos que estamos atravesados por una enfermedad, el temor a saber la verdad, lleva tiempo, energía, conflictos sociales, aislamiento, dudas y es el momento para confirmar que la duda es la situación mas compleja, difícil, ya que no puede transformarse en acción y uno siente que se paraliza en hacer algo que sea lo adecuado en ese momento.
Es común cuando hablamos de un vínculo que hablemos de una de las partes y excluyamos la otra. Frente a la adversidad hay dos posibilidades: sufrir o acusar. El que sufre encuentra los recursos propios que incluye sus seres afectivos. La energía, el equilibrio, la fuerza y en particular el espíritu mientras, que se convierte para las personas en un ser para los demás y los que tenemos la posibilidad de amar, vivir para seguir siendo uno y ayudar a quien decidió que necesita de uno.
En los que acusan se quedan solos tramando venganzas, despechados con la vida, enojados, como si algún otro hubiera producido el malestar.
Es inevitable la pregunta: ¿Porqué a mí? Y la inequívoca respuesta: ¿porqué no?
En esa primera etapa se siente como un castigo, como una injusticia, como haber soportado más que lo habitual del hombre. Comienzan a aparecer las recriminaciones por todo aquello que esta separado de lo que estaba bien. Sólo y seriado, lo que estuvo mal. Seriar lo que estuvo mal en nosotros es crear un monstruo, porque somos un equilibrio entre lo bueno y lo malo; como seriar únicamente lo bueno, sería hacer de nosotros seres irreales y falsos.
Aunque la enfermedad que me acompaña desde hace 20 años, significo un cambio de vida junto a cambios de comportamientos, no significan un antes y un después. Tiene cierto carácter épico definirlas así. La angustia que atraviesa al que no sabe que enfermedad tiene, disminuye mucho cuando se entera. Enterarse es saber decir que uno reconoce que ya sabe que enfermedad tiene.
En términos de la fenomenología es un desarrollo, que liga la enfermedad con la historia del sujeto, y no un proceso que irrumpe y desliga la aparición de las enfermedades apareciendo de la nada, se decir, que no se reconocen como ligadas. Ningún paciente ni tampoco ningún médico piensa así ahora.
Tampoco es cierto, que el médico en su marco referencial mantiene a las enfermedades mentales y orgánicas como fueron incorporadas la primera vez. Lo que no es cierto porque un marco referencial se modifica siempre, y como el médico incorporo una teoría que le resolvía todo, la eligió para no estar de frente a la enfermedad y entrar en la confusión. Es elegir para no tener que vivir pensando, ya qué además tiene que trabajar.
Paradojal: trabajar al máximo para no pensar.
El paciente esta abatido, la familia alarmada, el médico no responde y cuando lo hace tiene que cuidar lo que dice, y prefiere un discurso evitativo, por temor a comprometerse en una respuesta que pueda implicarlo.
Ni el médico, ni la familia, ni el paciente es probable que sepan, pero a cambio de esperar la familia, exige saber algo, que es lo único que el médico no puede decirle, porque pidió los estudios que pueden orientarlo hacia la patología que él sospecha.
¡Que distinto es si el compromiso que se hace es de un acuerdo de los tres, paciente, médico y familia, de ir comunicando a partir de que el médico comience a contar con el relato del paciente!
El sentimiento último y silenciado por la familia es que: si no le insistimos al médico, no se ocupa y puede dejarlo morir.
En la Argentina hay dos elementos que no son tan comunes como creemos: la conversación previa, que en oportunidades resuelve el problema y el examen clínico, que aporta datos precisos: los síntomas que trae el paciente y los signos, que encuentra el médico durante la entrevista: palpando, auscultando, observando, haciendo o no fondo de ojo, o lo que encuentra durante el examen clínico. Es lo más temeroso para el paciente. De acuerdo al vínculo que hayan contraído con el médico el paciente confiará en él o ira a otro médico o utilizará de la entrevista para evitar otras, o irá visitando médicos hasta que encuentre lo que el espera que le digan.
Por miedo a lo que encuentre el médico, la mayoría no concurre a la visita (signos), teme lo peor que es el cáncer, que se da la minoría de las veces y como causa de muerte, sólo cuando la consulta se realiza tarde.
Aquello que puede salvarlo, es lo que le quita la vida: no consultar cuando uno ya sabe que se produjo un cambio: todos, sin excepción sabemos que hubo un cambio, y a cambio de la verdad eligieron la muerte.
En mi caso particular viví preocupado pero sabiendo que siempre ofrecería batalla y que era probable que saliera adelante.
En una oportunidad tuve la sospecha de un tumor. Me llamo la atención la aparición de una línea de 1cm. Consulte con muchos médicos, y todos coincidían que era la consecuencia de una intervención anterior y por lo tanto, una cicatriz.
¡Qué mejor para un paciente que todos los médicos digan que era una cicatriz a que fuera la aparición de un tumor! Decidí hacerme una radiografía cada 10 días. Después de 6 semanas, ya la línea se hizo un círculo de 5 cm. de diámetro. La lleve al médico sin hablarnos, la observó y llamó al hospital y al otro día ya tenía el diagnostico de adenocarcinoma. Sólo temí después de proyectar la cirugía de dos hepatocarcinomas (2 cánceres de hígado) para el 15 de junio que tuviera relación, aunque mi cuerpo me decía que no.
Y así fue: uno no era metastático de los otros. Me opere de dos: El de hígado el 15 de junio y el 8 de julio el de pulmón. Tenía fe. Creía en todo lo que amaba, en todo lo me protegían, en mis amigos y en mis dos nuevas familias, una de las cuales me dio dos nietos. En mi familia original había tres sobrinos que por ellos tenía que vivir, me necesitaban no como padre sino como guía. En mi segunda familia de hace 20 años, que es la que uno crea en la vida, me dio dos nietos, y la tercera compuesta por tres amigos, no me dieron nietos pero se dieron ellos. Con ellos, para ellos y desde ellos vivo, agregando amigos con los que puedo ser yo, sin dolor, sin miedo y sin culpa.
Mis amigos siempre están y es importante no sólo en la enfermedad, también en la impunidad, en la corrupción, en la mentira para colmo siempre delante nuestro mirándonos de frente y nosotros con las manos atadas y cocidas las bocas, sin poder decir mucho, no sólo porque no cambiarían las cosas, sino también porque uno ya tuvo oportunidad de exponerse para nada, y en especial mi generación.
La aparición de algo nuevo en el transcurso de una enfermedad, acompañado con aquello que uno no conoce, son las situaciones más difíciles de soportar.
MI PRINCIPIO FUNDAMENTAL ES QUE SABER ES MÁS IMPORTANTE, ÚTIL, Y TRANQUILIZADOR, QUE NO SABER.
No sólo con la enfermedad ¿cuantas muertes hubiésemos evitado sabiendo los estragos de un tsunami, las zonas de aparición y una comunicación a la gente? ¿Por qué la gente no abandona los lugares riesgosos y elige exponerse en lugar de evitarlo? No entra en este trabajo, pero es un comportamiento común de la condición humana.
La pérdida de la totalidad donde no queden testimonios de una vida anterior, es uno de los motivos, comparable a los bajos niveles de pobreza (una de las peores adversidades) ya que todo está perdido y sostener la experiencia de vivir, es reconocer que lo perdido es lo único con lo que uno cuenta.
La diferencia con la enfermedad consiste en que uno no es la enfermedad, salvo cuando en la enfermedad encontró su lugar. Actuará como víctima, triunfador, necesitado, en cambio el que la tiene pero no es una enfermedad cuenta con la parte sana para tratar la parte enferma. Tengo una enfermedad que me consume mucha energía, pero en ningún caso me esclaviza ni tampoco me somete. No es mi rival, no es mi enemiga, no es una parte no elaborada de mi sistema psíquico, es del lenguaje del cuerpo. En el ser humano hay enfermedades que entran por el aparato psíquico y hay enfermedades que entran por el cuerpo, y ambas luego toman la totalidad. Buscaba que la causa fuera psíquica como psiquiatra que soy, pero consulte con quince médicos (psicólogos, médicos, psicoanalistas especialistas en enfermedades psicosomáticas, clínicos y todos confirmaban que era una enfermedad de origen corporal. Al final cedí ya que no tenía manera de confrontarlo.
Convivir con la enfermedad es duro, a veces por lo imprevisto, otras por lo repetido, por lo invasor, por aquello que interrumpe, por la dependencia que crea y que lo único que puede hacer uno es aceptar esa dependencia con independencia.
Cuando tenía dos meses tuve tos convulsa. El médico se fue diciendo que estaba muerto.. Cuando mi mamá escuchó que tan sólo a los dos meses me había muerto, sus gritos atrajeron a la vecina que le dijo: - Ya que dijo que está muerto, haré lo que me parece. Me puso boca abajo con la canilla abierta y me recupere. No es lo importante lo que ella hizo, aunque me salvó la vida, sino la responsabilidad que asumió en el momento de la decisión.
Hace cerca de un mes, tuve un incidente parecido. Una ambulancia se fue sin querer llevarme.
Vino otra con una médica que no me quería llevar, aludiendo que era un cuadro terminal de cáncer y que no era conveniente. Ya estaban todos mis amigos, en mi casa o en el hospital.
También mí médico habló con la médica para preguntarle si la ambulancia era para turismo y se
hizo responsable por el traslado. El que crea las palabras crea los hechos, salvo que la pelea por vivir respirando contra todo lo posible, en mi caso generó en los médicos, familiares y amigos una energía cósmica que me permiten hoy contar los hechos.
Agradezco a los que decidieron por seguir peleando conmigo y asumieron junto conmigo la decisión de que viviera.
Vivir enfermedad mediante, terremotos, tsunami, depende de reconocer las señales que la vida da, en lo que aun podemos gobernar, que no es todo.
Recuerdo las palabras de mi analista: “Ten presente que siempre te ha salvado la sinceridad que tuviste con tu cuerpo”.
Pero hay algo más: el deseo de vida, siempre que haya otro en quién esté puesto ese deseo.
Es cierto, pero no es sólo lo que llamamos enfermedad sino que incluye la pelea que uno debe darle superando síntoma por síntoma.
Síntomas que aparecían sin aviso, con aviso que sólo la segunda vez se hacían comprensibles, señales que uno recibe y que deja pasar, pero lo seguro es que salvo los cuadros más agudos , que no avisan previamente(infarto masivo), en todos se han recibido señales, que uno las siguió o la dejo pasar. A veces convenció al médico, que lo que uno tiene es tan grave con la fuerza de la negación que cuando se lo propone puede involucrar a otros.
Negación de la que el paciente es portador para negar lo que sabe.
Todos los que somos portadores sabemos que estamos atravesados por una enfermedad, el temor a saber la verdad, lleva tiempo, energía, conflictos sociales, aislamiento, dudas y es el momento para confirmar que la duda es la situación mas compleja, difícil, ya que no puede transformarse en acción y uno siente que se paraliza en hacer algo que sea lo adecuado en ese momento.
Es común cuando hablamos de un vínculo que hablemos de una de las partes y excluyamos la otra. Frente a la adversidad hay dos posibilidades: sufrir o acusar. El que sufre encuentra los recursos propios que incluye sus seres afectivos. La energía, el equilibrio, la fuerza y en particular el espíritu mientras, que se convierte para las personas en un ser para los demás y los que tenemos la posibilidad de amar, vivir para seguir siendo uno y ayudar a quien decidió que necesita de uno.
En los que acusan se quedan solos tramando venganzas, despechados con la vida, enojados, como si algún otro hubiera producido el malestar.
Es inevitable la pregunta: ¿Porqué a mí? Y la inequívoca respuesta: ¿porqué no?
En esa primera etapa se siente como un castigo, como una injusticia, como haber soportado más que lo habitual del hombre. Comienzan a aparecer las recriminaciones por todo aquello que esta separado de lo que estaba bien. Sólo y seriado, lo que estuvo mal. Seriar lo que estuvo mal en nosotros es crear un monstruo, porque somos un equilibrio entre lo bueno y lo malo; como seriar únicamente lo bueno, sería hacer de nosotros seres irreales y falsos.
Aunque la enfermedad que me acompaña desde hace 20 años, significo un cambio de vida junto a cambios de comportamientos, no significan un antes y un después. Tiene cierto carácter épico definirlas así. La angustia que atraviesa al que no sabe que enfermedad tiene, disminuye mucho cuando se entera. Enterarse es saber decir que uno reconoce que ya sabe que enfermedad tiene.
En términos de la fenomenología es un desarrollo, que liga la enfermedad con la historia del sujeto, y no un proceso que irrumpe y desliga la aparición de las enfermedades apareciendo de la nada, se decir, que no se reconocen como ligadas. Ningún paciente ni tampoco ningún médico piensa así ahora.
Tampoco es cierto, que el médico en su marco referencial mantiene a las enfermedades mentales y orgánicas como fueron incorporadas la primera vez. Lo que no es cierto porque un marco referencial se modifica siempre, y como el médico incorporo una teoría que le resolvía todo, la eligió para no estar de frente a la enfermedad y entrar en la confusión. Es elegir para no tener que vivir pensando, ya qué además tiene que trabajar.
Paradojal: trabajar al máximo para no pensar.
El paciente esta abatido, la familia alarmada, el médico no responde y cuando lo hace tiene que cuidar lo que dice, y prefiere un discurso evitativo, por temor a comprometerse en una respuesta que pueda implicarlo.
Ni el médico, ni la familia, ni el paciente es probable que sepan, pero a cambio de esperar la familia, exige saber algo, que es lo único que el médico no puede decirle, porque pidió los estudios que pueden orientarlo hacia la patología que él sospecha.
¡Que distinto es si el compromiso que se hace es de un acuerdo de los tres, paciente, médico y familia, de ir comunicando a partir de que el médico comience a contar con el relato del paciente!
El sentimiento último y silenciado por la familia es que: si no le insistimos al médico, no se ocupa y puede dejarlo morir.
En la Argentina hay dos elementos que no son tan comunes como creemos: la conversación previa, que en oportunidades resuelve el problema y el examen clínico, que aporta datos precisos: los síntomas que trae el paciente y los signos, que encuentra el médico durante la entrevista: palpando, auscultando, observando, haciendo o no fondo de ojo, o lo que encuentra durante el examen clínico. Es lo más temeroso para el paciente. De acuerdo al vínculo que hayan contraído con el médico el paciente confiará en él o ira a otro médico o utilizará de la entrevista para evitar otras, o irá visitando médicos hasta que encuentre lo que el espera que le digan.
Por miedo a lo que encuentre el médico, la mayoría no concurre a la visita (signos), teme lo peor que es el cáncer, que se da la minoría de las veces y como causa de muerte, sólo cuando la consulta se realiza tarde.
Aquello que puede salvarlo, es lo que le quita la vida: no consultar cuando uno ya sabe que se produjo un cambio: todos, sin excepción sabemos que hubo un cambio, y a cambio de la verdad eligieron la muerte.
En mi caso particular viví preocupado pero sabiendo que siempre ofrecería batalla y que era probable que saliera adelante.
En una oportunidad tuve la sospecha de un tumor. Me llamo la atención la aparición de una línea de 1cm. Consulte con muchos médicos, y todos coincidían que era la consecuencia de una intervención anterior y por lo tanto, una cicatriz.
¡Qué mejor para un paciente que todos los médicos digan que era una cicatriz a que fuera la aparición de un tumor! Decidí hacerme una radiografía cada 10 días. Después de 6 semanas, ya la línea se hizo un círculo de 5 cm. de diámetro. La lleve al médico sin hablarnos, la observó y llamó al hospital y al otro día ya tenía el diagnostico de adenocarcinoma. Sólo temí después de proyectar la cirugía de dos hepatocarcinomas (2 cánceres de hígado) para el 15 de junio que tuviera relación, aunque mi cuerpo me decía que no.
Y así fue: uno no era metastático de los otros. Me opere de dos: El de hígado el 15 de junio y el 8 de julio el de pulmón. Tenía fe. Creía en todo lo que amaba, en todo lo me protegían, en mis amigos y en mis dos nuevas familias, una de las cuales me dio dos nietos. En mi familia original había tres sobrinos que por ellos tenía que vivir, me necesitaban no como padre sino como guía. En mi segunda familia de hace 20 años, que es la que uno crea en la vida, me dio dos nietos, y la tercera compuesta por tres amigos, no me dieron nietos pero se dieron ellos. Con ellos, para ellos y desde ellos vivo, agregando amigos con los que puedo ser yo, sin dolor, sin miedo y sin culpa.
Mis amigos siempre están y es importante no sólo en la enfermedad, también en la impunidad, en la corrupción, en la mentira para colmo siempre delante nuestro mirándonos de frente y nosotros con las manos atadas y cocidas las bocas, sin poder decir mucho, no sólo porque no cambiarían las cosas, sino también porque uno ya tuvo oportunidad de exponerse para nada, y en especial mi generación.
La aparición de algo nuevo en el transcurso de una enfermedad, acompañado con aquello que uno no conoce, son las situaciones más difíciles de soportar.
MI PRINCIPIO FUNDAMENTAL ES QUE SABER ES MÁS IMPORTANTE, ÚTIL, Y TRANQUILIZADOR, QUE NO SABER.
No sólo con la enfermedad ¿cuantas muertes hubiésemos evitado sabiendo los estragos de un tsunami, las zonas de aparición y una comunicación a la gente? ¿Por qué la gente no abandona los lugares riesgosos y elige exponerse en lugar de evitarlo? No entra en este trabajo, pero es un comportamiento común de la condición humana.
La pérdida de la totalidad donde no queden testimonios de una vida anterior, es uno de los motivos, comparable a los bajos niveles de pobreza (una de las peores adversidades) ya que todo está perdido y sostener la experiencia de vivir, es reconocer que lo perdido es lo único con lo que uno cuenta.
La diferencia con la enfermedad consiste en que uno no es la enfermedad, salvo cuando en la enfermedad encontró su lugar. Actuará como víctima, triunfador, necesitado, en cambio el que la tiene pero no es una enfermedad cuenta con la parte sana para tratar la parte enferma. Tengo una enfermedad que me consume mucha energía, pero en ningún caso me esclaviza ni tampoco me somete. No es mi rival, no es mi enemiga, no es una parte no elaborada de mi sistema psíquico, es del lenguaje del cuerpo. En el ser humano hay enfermedades que entran por el aparato psíquico y hay enfermedades que entran por el cuerpo, y ambas luego toman la totalidad. Buscaba que la causa fuera psíquica como psiquiatra que soy, pero consulte con quince médicos (psicólogos, médicos, psicoanalistas especialistas en enfermedades psicosomáticas, clínicos y todos confirmaban que era una enfermedad de origen corporal. Al final cedí ya que no tenía manera de confrontarlo.
Convivir con la enfermedad es duro, a veces por lo imprevisto, otras por lo repetido, por lo invasor, por aquello que interrumpe, por la dependencia que crea y que lo único que puede hacer uno es aceptar esa dependencia con independencia.
Cuando tenía dos meses tuve tos convulsa. El médico se fue diciendo que estaba muerto.. Cuando mi mamá escuchó que tan sólo a los dos meses me había muerto, sus gritos atrajeron a la vecina que le dijo: - Ya que dijo que está muerto, haré lo que me parece. Me puso boca abajo con la canilla abierta y me recupere. No es lo importante lo que ella hizo, aunque me salvó la vida, sino la responsabilidad que asumió en el momento de la decisión.
Hace cerca de un mes, tuve un incidente parecido. Una ambulancia se fue sin querer llevarme.
Vino otra con una médica que no me quería llevar, aludiendo que era un cuadro terminal de cáncer y que no era conveniente. Ya estaban todos mis amigos, en mi casa o en el hospital.
También mí médico habló con la médica para preguntarle si la ambulancia era para turismo y se
hizo responsable por el traslado. El que crea las palabras crea los hechos, salvo que la pelea por vivir respirando contra todo lo posible, en mi caso generó en los médicos, familiares y amigos una energía cósmica que me permiten hoy contar los hechos.
Agradezco a los que decidieron por seguir peleando conmigo y asumieron junto conmigo la decisión de que viviera.
Vivir enfermedad mediante, terremotos, tsunami, depende de reconocer las señales que la vida da, en lo que aun podemos gobernar, que no es todo.
Recuerdo las palabras de mi analista: “Ten presente que siempre te ha salvado la sinceridad que tuviste con tu cuerpo”.
Pero hay algo más: el deseo de vida, siempre que haya otro en quién esté puesto ese deseo.
Juan Jorge Nudel
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