¿Cuál es la naturaleza del acto discriminatorio? ¿Cuál la responsabilidad del discriminador y cuál la del discriminado? ¿Puede obviarse el marco cultural e ideológico en el que la coexistencia de mayorías y minorías ocurre? Las sociedades modernas tienen un debate pendiente respecto de las relaciones entre grupos sociales detentadores del poder y sectores que los padecen. Y, también, respecto del rol del discriminado. El artículo que sigue constituye una aproximación hacia un conflicto antiguo y a la vez vigente.
Dr. Juan Jorge Nudel
Contenido:
--A veces no entiendo aquello que transcurre a mi alrededor ¿Por qué habrá sido?
¿Acaso no hablamos lo suficiente? Es probable que no. Hace ocho años, mirando una vidriera, escuchaba gritos desde un megáfono. Mucha gente se acercaba a la plaza y yo, caminando en sentido opuesto, me tropezaba con otros grupos que iban a una especie de concentración. Trataba de que no me llevaran por delante, ya que nada había hecho para que me arrastraran. Llevaban carteles que evitaba mirar por si alguien me preguntaba: -¿Ud., tiene que ver con esa gente? Si no los leía sabría menos, y cuando menos supiera mejor me sentía.
a.. -Camina al revés, me gritaban.
Apuraba el paso, y era cada vez mayor el esfuerzo que tenía que hacer. Las manifestaciones no conducen a nada y la violencia tampoco; pero ¿Quién me puede decir si no son las manifestaciones las que crean la violencia? Si no te metés en líos, nadie te puede decir nada. Y quiero vivir en paz ¿Es mucho pedir? Si no te manifestás, ¿cuántos problemas te ahorrarías? Después, las autoridades reprimen a los manifestantes. Tienen todo el derecho, para que no haya un caos.
Cuando llegué a mi casa me tomé el trabajo de explicarle a Raulito lo peligroso que era escuchar a los que hablan. ¿Si no somos los padres los que le enseñamos ahora que tiene 15 años, que le va a pasar después?
Raúl ya no es el mismo de antes. A veces no viene a casa. Con Mabel nos preguntamos en qué nos equivocamos. Hace ocho años, cuando iba contra la corriente en la plaza me gritaban: -Siga, señor, no se vuelva. Pero no estaba volviendo, simplemente estaba yendo a mi casa.
¿Donde estará Raúl? ¿Con quiénes andará que no vuelve a casa? Haberlo educado para que no se mezcle en nada, ¿no es una garantía para poner a un hijo en el buen camino? Me parece que no, pero sigo creyendo que es la mejor manera".
La ambigüedad caracteriza a toda minoría oprimida, por la intención de negar una diferencia como forma de pasar desapercibido en el conjunto y el reconocimiento de la diferencia, con el consiguiente requerimiento de ser reconocido desde esa diferencia. Situación en la que cada uno debe elaborar si salir del lugar que la mayoría le dio a la minoría de la que forma parte, no le significa un acto de traición a esa mayoría.
a.. "Te dije que no le digas nada. Callate.
b.. Me dijo cabecita.
c.. Ya va a cambiar.
d.. Me dijo judío de mierda.
e.. No sabe lo que dice.
f.. Me miran porque soy alemán.
g.. Ya se van a dar cuenta de que no tuvimos nada que ver.
h.. Me hacen sentir que por ser árabe soy terrorista.
i.. No te pienses como ellos te piensan, así ellos empiezan a pensar.
j.. La próxima le doy un trompazo.
k.. Te van a odiar, no lo hagas. No los escuches.
l.. Yo quiero que me escuchen.
m.. Ellos son más. Fijate lo que le pasó al de la esquina".
Este vínculo que no particulariza de quién se trata, se organiza desde un modelo de educación donde los hechos que ocurren quedan asumidos como una condición del marginado, como dificultad por aceptar el nuevo contexto. La situación de opresión queda constituida en el momento que la minoría hace propio el pensamiento de la mayoría, pierde la capacidad de discriminarse y en el acto queda constituida la discriminación.
Comprender que el acto discriminatorio lo constituyen ambos, no niega como condición esencial la existencia del prejuicio como hacedor de la cultura en la que distintos grupos sociales conviven. Es esta cultura facilitadora del prejuicio como sistema de control, la que legitima la desigualdad de oportunidades y de posibilidades, haciendo depender de la voluntad (como único valor) el éxito social, y excluyendo las condiciones reales de existencia.
Aquello que se deposita en un grupo social minoritario convierte a sus miembros en ciudadanos de segunda categoría, legitima a los ciudadanos que representan a la mayoría como dueños del país, haciendo sentir a los que pertenecen a las minorías como favorecidos por la generosidad de esa mayoría.
Cuando el derecho se transforma en favor, el acto discriminatorio queda constituido. La crítica esta permitida al que se considera perteneciente al país, y prohibida para el inmigrante o nativo con alguna singularidad.
-Pero si no te gusta, ¿por qué no te volvés a tu país?
-Este es mi país.
a.. Sé más agradecido.
b.. ¿Y por qué lo criticas vos?
c.. Porque es mi país.
La Constitución como reguladora de los derechos es sustituida por un discurso verbal. La mayoría desautoriza a la minoría desde un discurso que reconoce verdadero y que neutraliza la propia crítica, inventando una pertenencia que de ser real no hubiese necesitado de extranjerizar a la minoría.
Sistema que actúa secundariamente como un silenciador de los desacuerdos, y condenando a todos los miembros al silencio en nombre de la lealtad a la Patria, acto que deshace la democracia en nombre de la democracia.
A la "Patria" la sostiene la Constitución. La Constitución pertenece a una "Nación" democrática. Si la "Patria" queda confrontada con la Nación, en nombre de la "Patria" el grupo de poder se apropia de la Constitución al servicio de la discriminación, y en nombre de la "Nación" el pueblo queda sostenido por la Constitución en lo legal, pero sin sostén en lo cotidiano. Los que hablan en nombre de la "Patria", en uso de un poder real generan la ilusión de una democracia que convierte a los damnificados (mayorías) en poderosos, para que sean estos los que ejerzan los actos discriminatorios. El malestar que surge de las condiciones reales de existencia, los hace depositarios óptimos para descargar sus tensiones en grupos minoritarios, y el poder real desaparece en estos actos, actuados por deseperanzados que son quienes lo hacen visible.
ES AL SERVICIO DE NEUTRALIZAR LA VIOLENCIA DE LAS MAYORIAS, QUE EL PODER GENERA EL PREJUICIO CONTRA LAS MINORIAS EVITANDO QUE ESA VIOLENCIA SE VUELVA CONTRA SU PODER.
EN LA DESESPERACION POR ATRAVESAR SITUACIONES DE PRIVACION QUE NO PUEDEN EXPLICARSE, LAS MAYORIAS ADOPTAN LOS PREJUICIOS COMO PROPIOS Y DESCARGAN SU VIOLENCIA EN LAS MINORIAS.
Los manejos de la opresión circulan entre la negación (todos tenemos las mismas posibilidades) hasta la transformación del oprimido en opresor (los judíos tienen el resorte de la economía mundial; los peruanos, bolivianos y paraguayos son los responsables de la desocupación en la Argentina; a las mujeres las violan porque se lo buscaron; la homosexualidad es una deformación de la sexualidad; los docentes ya no son como antes: quieren cobrar por el amor con el que tendrían que enseñar; si es un desocupado es porque no quiere trabajar, etc.).
El prejuicio y la discriminación se retroalimentan para negar las causas reales de los fenómenos que producen.
Un ejemplo puede ser esclarecedor: en el asesinato de las tres mujeres en la ciudad rionegrina de Cipolletti, en el Sur argentino (1), el fracaso fue no haber encontrado ningún motivo que permitiese involucrar a las tres mujeres como generadoras del acto de la violación. Al no encontrarse un motivo no hubo otra posibilidad que el reconocer que la violación existió.
Con el preconcepto de que "el dinero no hace la felicidad", se niega la asimetría económica y legaliza cualquier forma de explotación. Con el preconcepto de "querer es poder", se pretende hacer depender de cada uno la posibilidad de emerger de condiciones infrahumanas de existencia, negando los factores sociales, e invirtiendo la ecuación real que es "poder es querer". Un desnutrido sólo podrá hacer aquello que se propone cuando se nutra, no cuando quiera.
De aceptar esta propuesta el "acusado por su situación" se vuelve desconfiado, sometido, se aleja de los otros y confirma la marginación. El haber despojado al discriminado de la posibilidad de reconocer la discriminación y terminar haciéndose responsable por ella, es garantizar la persistencia de una tensión que este despojo mantiene oculta. Por otro lado, la toma de conciencia de la discriminación lo pone frente a un sentimiento de traición, por la conciencia de una deuda impagable que contrajo, en la manera que fue educado a reconocerse como miembro del país en el que vive.
El hecho se circunscribe a tolerar a una minoría, en lugar de respetarla desde su diferencia. Y desde su semejanza, reconociendo lo que tienen de igual. El equilibrio se produce respetando lo que tienen de diferente y aceptando lo que tienen de semejante.
Despojar a alguien tiene el límite de poder seguir despojándolo. Pero frente a la escasez, ese "algo" se convierte en alimento que lo hace sentir que dispone de cierta libertad. Una posibilidad es: "Hoy que tengo, voy a comer hasta no poder más, por sí mañana no tengo". Otra posibilidad es: "Hoy que tengo voy a comer más, porque así estoy seguro de que tengo". Una tercera es: "Hoy que tengo voy a comer más, porque si me siento muy lleno, no necesito pensar en mañana". "Comer" como nutrirse de todo aquello que le da seguridad.
La confraternidad cuando sólo es de buena voluntad, se sostiene en la premisa: "Yo te doy porque te necesito, pero recordá que lo que te doy no es tuyo, sino mío". Son préstamos que se devuelven con dinero y con dignidad, cuando en realidad es un estado de necesidad que enriquece la convivencia. La existencia de la minorías, es siempre una necesidad de la mayoría. Los conceptos de despojo, traición, liberación, préstamo y orgullo, están ligados entre sí. Frente al despojo, el opresor responde: "aún te queda algo", y el discriminado intenta retener el orgullo.
Frente a un préstamo, el opresor recuerda el interés que tiene que pagar, y los discriminados confían en la buena voluntad. Frente a la liberación de la carga depositada, el opresor acusa de traidor, y el discriminado queda sin respuesta.
Para recuperar un espacio de reconocimiento es necesario que el discriminado recupere la memoria que lo conduzca a la conciencia de su situación real; no asuma como grupo aquello que le quieren depositar, acudiendo a quién corresponde para denunciar, sin que el poder del miedo sea más fuerte que la conciencia de la denuncia , sabiendo que una constitución lo protege, y que hay organismos cuya función es la de garantizar esa protección. Los sentimiento que legitiman la discriminación son los de deuda y de traición.
Todo lo que diga , haga o reclame, parte del hecho que está en deuda o que es un traidor a aquel que le dio hospitalidad. Condición ideal para la explotación, por qué primero se le permite entrar para abaratar la mano de obra, y después se lo hace responsable de la desocupación.
La discriminación con respecto a una minoría no depende de la minoría sino de las tensiones que es necesario canalizar. La minoría al aceptar la opresión evita enfrentarla, y sólo puede ponerse en contacto con su imposibilidad. Para transformar la imposibilidad en posibilidad, el marginal se sustrae del grupo de pertenencia, y transforma su búsqueda en individual. Esta es la actitud que la sociedad espera de él: que busque solo, porque solo no puede liberarse, ya que la conciencia de su situación grupal es el primer paso para su liberación real. Al sustraerlo, la mayoría deshace el poder de la minoría, y el marginado queda expuesto a los desmanes de la mayoría, como un individuo que caminando solo por la calle se enfrenta con una patota que no lo conoce, y que lo golpea sin otro motivo que el de golpear a otro, para transformarse de oprimido en opresor.
La discriminación se convierte en violencia cuando el monto de resentimiento por la propia situación, trasciende la posibilidad de ser contenido dentro del mismo grupo. Los que no forman parte de su grupo quedan indiscriminados en la depositación de esa descarga. Se explica así por qué puede ser un otro que ellos desconocen, y ensañarse como si fuera alguien que los hubiera agredido. De un cualquiera se convierte en un "otro", capaz de soportar la violencia que descarga la mayoría por el monto de resentimiento que condiciones reales de existencia les han producido.
El reconocimiento consciente de los responsables por el monto de resentimiento acumulado, permitiría darle un destino a la violencia, incriminando a los causantes reales.
"No puedo seguir en el estado en el que estoy. Ya no me queda qué perder. ¿Por qué me enfurece que la Rosario salga con ropas tan ajustadas, con colores que enaltecen la silueta, que se mueva como una mujer provocativa, que traiga hombres a su casa y tenga un buen pasar...
Ninguna de mis denuncias han prosperado...Yo debería hacer justicia por mí misma. Cuando la cruzo me saluda como si nada pasara, y le contesto secamente, lo que parece no alterarla. Yo tengo esa ropa, nunca me atreví a usarla, no porque no me gustaría traer hombres a mi casa, sino porque me enseñaron que estaba mal ser una masajista. El maricón de enfrente tienen buenos modales, no tengo quejas, sino una sensación de vivir entre pecadores, mientras yo vivo sufriendo y ellos se divierten.
En este país nadie hace nada, hasta los de afuera vienen aquí y transforman a nuestros hijos en adictos, y si una se queja nos acusan de tener xenofobia. Que palabra rara. La escuché por la televisión en medio de programas obscenos que ni siquiera respetan la vida en familia. ¡Que atrevimiento! Los nativos tenemos menos derechos de los que nos corresponden. Para ser sincera jamás me ocupé de saber que derechos tenemos. Para eso están los abogados, y nadie necesita saber más de lo que tiene que saber.
Vamos Julio, que se termina tu turno y el próximo está por llegar. Sabés que no me gusta hacer esperar a mis clientes.
A decir verdad, Julio es mi marido. No tengo clientes. Todavía creo que puedo hacer algo distinto. No depende únicamente de mí, pero también yo puedo hacer algo. Quisiera conocerme más, quererme más... Estoy segura de que si me quiero más, voy a odiar menos. No me enseñaron a querer, me enseñaron más a envidiar, pero así como aprendí a envidiar, ahora tengo que aprender a querer.
Vamos Julio a buscar a la nena; no, mejor me voy sola. Quiero encontrarme con ella a solas para contarle lo que me está pasando. Ella es tan distinta que estoy segura de que me va a comprender, aunque debiera ser yo la que la comprenda a ella... Pero por un momento la necesito como mamá".
Salió de la casa más serena que otras veces y subió al taxi.
(1) Se refiere al caso de tres jóvenes que aparecieron asesinadas en noviembre de 1997, y que todavía no fue esclarecido.
jueves, 10 de mayo de 2007
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