Eran las 19 horas de un miércoles. Debíamos esperar media hora para comenzar si el ritual, de llamar a la reunión media hora antes se cumplía con la rigidez de un rito. Pero no fue así. Empezamos a las 19, 45.
El rabino Alejandro Abruj, estaba sentado a mi izquierda y como todos los miércoles, conversábamos acerca de la reunión de madrijim mientras esperábamos que ellos se acomodaran.
Como todas las reuniones el rabino hablaría sobre el tema de a las fuentes judías, en esa oportunidad, mas precisamente sobre el liderazgo en las fuentes judías, para lo cuál eligió cuatro modelos de liderazgo: Dios, Abraham, Moisés y Iojanan Ben Sakai.
A mi me habían sugerido hablar sobre el liderazgo y la función de Madrij.
Las reuniones seguían un modelo: Un presentador los informaba sobre el tema; el rabino seguía con el liderazgo en las fuentes, yo continuaba con el liderazgo judío en el rol de Madrid.
Se distribuirían en grupos a analizar y tratar de contestar las preguntas formuladas por nosotros, una cada uno, y finalmente, comentarían las conclusiones que cada grupo había sacado. Nosotros cerraríamos redondeando el tema.
Cuando terminó el rabino, comencé describiendo lo que en ese momento estaba transcurriendo. Tenía la convicción de que si lograba explicar lo que ocurría en ese encuentro con nosotros, quedaría claro como era la relación de ellos con los grupos. Ese era el espacio donde se reproducía ese vínculo particular entre un Madrij, que nunca puede legitimarse a si mismo y un janij, que esperaba encontrarse en un lugar que lo incluyeran sin el concebido cuento que les recordara que estaban en un lugar judío.
Si los madrijim no comienzan por tener, en el sentido de haber tomado conciencia de su judaísmo, era poco probable que pudiesen transmitirlo.
Era claro para mí que sólo aquello que esta vivo en uno es lo que transmite; sino se tornan palabras huecas destinadas a llenar vacíos de nada.
A ellos les preocupaba si son o no líderes comunitarios. Es obvio que de ser líderes comunitarios no necesitan ninguna confirmación. Según como ellos tienen incorporada la palabra líder, no era posible duda alguna.
El sentido del encuentro para nosotros era distinto: el ser madrij como misión y como agente transformador, que se va transformando a sí mismo. Cada uno de nosotros lo leía e interpretaba desde otro lugar. Pero el sentido de la misión estaba claro para los dos.
La palabra líder los fascinaba seguramente por tener una referencia que le diese más legitimidad que la palabra madrij, en la que no podían reconocerse en un orden de jerarquía.
En un mundo postmoderno la legitimidad se da por la posibilidad de ingresar al mercado. Ser una empresa “líder”, santificar el éxito, tener poder para que otros ejecuten las órdenes sin preguntar. Sólo el poder pregunta y no contesta, mientras que el otro sólo contesta, y no puede preguntar. Detrás de la fascinación por la palabra líder esta enmascarado el poder, que es tener una supremacía sobre los demás.
La palabra madrij no habla de poder, más aun, pareciera que en la postmodernidad representa lo anticuado, lo caduco, lo viejo, lo desechable, y desde la institución un madrij es necesario para entretener a los chicos. Es una figura que actúa de muralla entre los padres y la comisión directiva.
En realidad el madrij como un transmisor del judaísmo a través del amor, contradice por ideología el proyecto institucional, que como ocurrió siempre se sostiene por la continuidad de los hijos en la comunidad y por el bien de ellos.
“Los padres dicen o quieren”. Decir que quieren es sólo decir que quieren, que no significa que quieran
Nosotros somos madrijim, y es cierto que cuando no podemos ser madrijim porque el judaísmo no esta vivo en uno, nos convertimos en líderes.
¿No es acaso comprensible que a un curso o escuela de madrijim, se la nomine “ESCUELA O CURSO DE LÏDERES”?
La misma institución cree que utilizar una palabra del mercado es más moderno, aunque tergiverse el rol de madrij.
El concepto que quería transmitirles era el que estaba vivo en mí: una concepción de vida en la cual la educación privilegiaba el amor antes de que ellos privilegiaran el dinero como lugar de seguridad.
No se trataba de una competencia con los padres, sino de una manera distinta de ver la vida. No se trataba de un concepto efímero, sino de un rol efímero que podía dejar huellas en ellos y en los janijim.
Tenían que tener claro que la palabra rol, implicaba un vínculo. Había madrij porque había janij, como que hay médico porque hay paciente, madre porque hay hijo. Pero no era suficiente, debían saber además que se puede tener status de madrij (ser nombrado por alguna jerarquía en la institución) y sin embargo no tener el rol, si uno no realiza la tarea para la que fue nombrado.
Salvo por alguna vestimenta particular, sus procedencias no tuvieron lugar en el encuentro. Podían ser de instituciones socio-deportivas, movimientos jalutzianos, trabajar en Buenos Aires o en el interior. Eso denotaba que en los grupos de los que ellos eran madrijim, no había diferencias significativas de acuerdo al origen.
No competían. No sé con exactitud que transcurrió en los grupos, aunque el rabino circuló por alguno de ellos. Formaba parte de las consignas que nos habíamos impuesto pero preferí no participar.
Me preguntaba si tenían clara cual era su misión. Les aclare que en la actualidad al transformarse la escuela en una institución que debía competir con otras, los planes se habían modificado y era poco el material sobre judaísmo que recibían los alumnos.
Los padres alentaban el aprendizaje del idioma inglés y computación, u otras materias que prometieran cierta salida laboral en un país en el que la desocupación ya es un problema cotidiano, y donde la gente se debate entre insultar a un piquetero por todo lo que obstaculiza, o solidarizarse en esa manera de expresar su situación.
Es comprensible para los padres que buscan la seguridad de los hijos, tal vez deberían pensar también en su felicidad deshaciendo ese principio de identificación entre bienestar y dinero.
Es el madrij el único que puede ingresar al janij al judaísmo desde el amor. Experimentar una manera de ser judío que sea la que puede, pero que se sostenga en la conciencia y en el espíritu. Esa era la palabra: el espíritu.
El espíritu transforma la palabra, de la misma manera que el amor transforma la imagen del objeto de amor.
No vemos lo mismo porque cambia la mirada y no la perspectiva.
Porque el espíritu dice la verdad, la perspectiva puede ser engañosa para el que observa.
No se trata de engañar sino de no traicionar, cuando la mirada de los padres (que es verdadera) o la de los otros, es más importante para uno que la de uno mismo.
Esa oportunidad no pueden desperdiciarla: es necesario la entrega, la que cada uno pueda, y la que sólo el amor que uno tiene por aquello que hace lo permite.
El amor que transforma, que los transforma, que no confunde porque uno sabe que en eso cree y con eso crea.
Quise transmitirle con más firmeza, que si ellos querían podían desperdiciar la oportunidad de ser madrjim, no como líderes sino como guías en el ingreso de un niño al judaísmo, pero a lo que no tenían derecho era a impedir que un niño no pudiera ser janij. Eso no era posible para lo cual debían saber en que lugar estaban.
Cuando nos sentamos me llamó la atención la manera que estaban distribuidos: en la primera fila habían varias sillas vacías.
En el medio mucha gente sentada, muchos escuchando y otros hablando entre ellos mientras nosotros hablábamos, y al fondo había muchos parados.
Esa era la relación que tenían con los janijim.
De no ser por los que estaban parados en el fondo, pensaría que en esta comunidad faltan madrijim (por las sillas vacías), pero no, lo que mostraban las sillas vacías era que los algunos madrijim dejan a los janijim solos. Otros conversan entre sí para pasar una tarde sin que los janijim sean un problema. Otros están en la puerta: ni entran ni salen. Es cuando no sabemos si contamos con ellos o no. ¿Cuál puede ser una explicación?
¿Tendrán claro su judaísmo? ¿Será que no están cómodos en la institución en la que trabajan? ¿No tendrán clara la misión de que significa ser madrij? ¿Con que concepto lo tendrán asociado? ¿Puede que la tecnología y lo técnico los haya penetrado tanto que no pueden sostener una relación con un otro real?
Fue muy importante para mí haber compartido el trabajo con el rabino Abruj, su sinceridad y lucidez le permitieron transmitir los contenidos que estaban vivos en él. Su análisis se centro si es suficiente con educar o es necesario transformar a otro y transformarse como destino de la misión. El rabino sostuvo su análisis desde las fuentes judías y agregó su experiencia.
Mi pregunta fue: si para ser madrij era necesario ser judío, o podía ejercer el rol alguien que no fuera judío.
Mi análisis lo hice desde mi formación cultural y la experiencia en un rol que aun esta vivo en mí: es en el lugar de janij que ingrese al judaísmo como experiencia ya que vengo de una casa religiosa y concurrí a la escuela judía (el shule), donde aprendí sobre judaísmo como comportamiento y no como espíritu. El ejemplo más claro era cuando mi mamá nos decía que para nosotros era una vergüenza cuando nos hablaba en idish.
Era cierto.
Ahora no, es un placer. Los mejores encuentros con mi hermano son cuando hablamos en idish y recordamos ese judaísmo del sur de Buenos Aires, donde la sinagoga era una casa, y donde mis padres se reunían los sábados y jugaban unos y hablaban los otros.
Como madrij lo hago hasta hoy. Primero en un movimiento jalutziano, después en la Amia, y lo sigo siendo en todos los trabajos que hago aunque no tenga ese nombre, pero si ese espíritu.
Todos coincidían en la transformación como tarea, algunos dudaron de que fuera necesario ser judío para ser madrij y otros se preguntaban si están en condiciones de asumir esa responsabilidad.
Respondimos lo que pudimos. Ellos pueden asumir la responsabilidad que su posibilidad les permite.
Como dijo el rabino toda experiencia debe tratar de ser transformadora; si lo nuestro posibilito que algunos entendieran mejor su judaísmo y con eso faciliten el ingreso de sus janijim, bienvenidos a casa.
Cada uno a su manera ingreso su palabra: el rabino, los madrjim y yo. Y desde su lugar encontramos lo más importante: que es habernos encontrado.
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