viernes, 2 de agosto de 2013

Entre crisis y punto crítico

    EL TRABAJO DEL PROFESIONAL   EN UN A COMUNIDAD EN CRISIS                                     Dr. Janan Nudel

Cuando a fines del año 1986s e manifestó mi enfermedad en el riñón, se produjo un cambio en mi relación con el mundo. Debía convivir con la conciencia de una enfermedad con pronóstico favorable y algunas restricciones. A medida que la evolución se hizo desfavorable debí apelar a más recursos para poder sostenerme en ese punto crítico. A las restricciones se agregaban primero medicamentos y finalmente la diálisis, como única manera de sostener lo insostenible.

Era el único y último recurso de que disponía para sostenerme en el punto crítico. Pero aún no se había producido una crisis en mí, aunque las condiciones de vida se hacían cada vez más difíciles.

La crisis apareció cuando reconocí que la única posibilidad de cambio era pedir o aceptar de mi hermano, para realizar un transplante. Eso significaba un cambio en la concepción de vida que tenía hasta ese momento: pasar de la tarea de llenar el vacío del otro, a crear un vacío en el otro, como condición para que un cambio fuese posible.

Sólo cuando pude cambiar de concepción, acepté un riñón de mi hermano, se realizó el trasplante y la crisis se resolvió favorablemente, en cuanto a devolverme un proyecto de vida.

La diálisis fue el último recurso para sostenerme en un punto crítico; el trasplante fue la salida exitosa de una crisis, pero la condición fue transformar el punto crítico en una crisis ( crear un vacío en el otro) para que el cambio fuese posible.

Dejó de llover, parecía el final de un clima incierto, pero luego salió el sol. Ese clima incierto en el que siempre está por producirse algo es el que me confunde.

Podría cambiar la perspectiva y decir, que es un clima cierto en el que siempre se produce algo incierto.

No puedo reconocer cuál de las dos situaciones es la real: si crisis es un momento agudo o un estado crónico, con momentos de estabilidad y otro de agudización.

Una crisis es la consecuencia de una situación que se hizo insostenible y que exige de quien la soporta un cambio en la concepción de su vida, traducida en un comportamiento, que se agoto en su posibilidades de actuar como sostén de un proyecto.

Su presencia implica que los recursos para vivir se hicieran insuficientes, en un proceso evolutivo de índole personal, grupal, institucional o comunitario.

Al mismo tiempo que denuncia el final de un estado de equilibrio o desequilibrio, anuncia la existencia de nuevas condiciones que hacen que un cambio sea posible.

Si no es generadora de una posibilidad de cambio, no hablamos de una crisis, sino de un punto crítico en un proceso evolutivo.

PUNTO CRITICO

La creación del Estado de Israel, por ejemplo, es la solución favorable de una crisis, aunque ahora atraviese por un punto crítico.

Vivir en un punto crítico permite el acto heroico de enfrentarlo como un desafío (como capacidad de tornar soportable lo insoportable), mientras que la crisis no permite ningún desafío, ya que resultó del fracaso de todos los intentos por sostenerse en el punto crítico.

El punto critico es el resultado de una serie de adaptaciones a condiciones que se fueron haciendo desfavorables y a recursos insuficientes para poder sostener un proyecto (cuando ya no puedo hacer nada más, algo más puedo hacer, tengo que encontrar el recurso).

El punto crítico no anuncia un cambio, es decir que confirma un sentido a diferencia de la crisis que replantea el sentido.

En el plano comunitario aparecen una serie de modificaciones como recortes, normas, despidos y reducciones de tiempos y espacios a fin de superar el momento y continuar en el mismo proyecto. Es capear el temporal, pasar el invierno, y cuando se cronifica, también la primavera, el verano y el otoño, y los años que sean necesarios para concretar aquello que nos propusimos.

La primera consecuencia del punto crítico en la comunidad es la modificación del sistema vincular. El directivo se convierte en patrón, el profesional en empleado, el socio en déspota, y las partes se articulan para evitar la pérdida. El proyecto es retener en lugar de crear.

La imaginación es una función suprimida y la convicción ocupa su lugar. La reflexión es sustituida por la decisión. En el punto crítico no existe la posibilidad de imaginar una propuesta distinta para el socio, por la convicción que si se asocia al socio en la dificultad, éste se irá.

El socio fue, es y será el mismo. La comunidad fue, es será la misma. La función de la comunidad es llenar el vacío del socio.

En el punto crítico uno se siente en manos de otro, porque donde se mantiene el punto crítico no puede haber crisis. En la crisis algo está en manos de uno mismo, crear la posibilidad. La confusión entre punto crítico y crisis, impide la búsqueda de una salida posible.

Podemos enunciarlo así: Mientras existe el punto crítico (que sostiene el sentido), no puede aparecer la crisis (que pone en cuestionamiento el sentido).

El punto crítico incita a una comunicación espontánea entre la gente, alrededor de una crisis que no se vive, y genera la pregunta de “como sigo” y no “que cambio” . presentiza el futuro y potencializa los miedos; el destino se hace inevitable.

La comunidad judía, que es la que nos ocupa, atraviesa un punto crítico al que se nombró como crisis para mantener la ilusión de que estamos frente al cambio.

Podemos formularlo así: los recursos de la comunidad judía organizada no son suficientes para compensar la falta de conciencia de los judíos de que la continuidad judía es un tema de todos y busca nuevos recursos para mantener esa inconciencia. El profesional es el recurso principal.

El punto crítico colocó al profesional en el lugar de un vendedor que mediante una actividad compradora de un judío permite que éste siga ignorando su condición.

El punto crítico alienta en el dirigente el autoritarismo e, instalados en el punto crítico, el vínculo dirigente profesional no encuentra un espacio para pensar.

Si el futuro se presentiza, la continuidad judía aparece como un problema ante la fantasía que el Estado de Israel desaparezca, porque mientras exista, la continuidad judía está depositada en Israel.

IMGEN DESVALORIZADA

Ser dirigente hoy, en la comunidad judía, ya no es un lugar de reconocimiento, pues no da imagen, no mejora la autoestima; en pocos casos es proveedora de un lugar para hacer negocios. Y es, más bien, una imagen desvalorizada.

Para el profesional, los recortes y la remuneración no lo hace un trabajo creativo. Pero tampoco para los profesionales es una crisis, porque en lugar de replantear un sentido, buscan nuevas fuentes de ingreso para mantener el mismo sentido.

Haber quedado involucrado en el punto crítico no permite que la sal pueda ser pensada.
Ser judío hoy no responde a ningún motivo, sólo al deseo de serlo.

No creo que sea una condición de pareja ni de familia, sino una condición individual, que puede ser o no compartida por el resto de los miembros de la familia; pero que necesita de la búsqueda de un otro para crear un nosotros que se convierta, como dice Sastre, en el testigo de la singularidad de los otros.

Esa búsqueda de un otro para crear el nosotros implica la necesidad de un acto pues el ser judío habla de un formar parte , de ser un perteneciente; lo que torna insuficiente esa definición “visceral” del ser judío: “soy porque lo siento en las entrañas”, para necesitar de un otro con quien pertenecer, por un lado, y por el otro, para convertir ese nosotros en el testigo de la singularidad de “otros nosotros”.

Cuantos más testigos hay de la singularidad de otros, intracomunitariamente, aceptando las diferencias, es más probable que la crisis se haga visible, para encontrar otro sentido que sostenga la convivencia en ese nuevo proyecto.

Mientras el problema comunitario sea la asimilación, el punto crítico se agudiza, pues la asimilación es la condición para que haya comunidad.

El trabajo consiste en la transformación de un punto crítico en una crisis para que el cambio se haga posible, reconociendo que ya no se trata de garantizar la comunidad judía, tampoco como sostén del Estado de Israel ya que la comunidad se organiza cada vez más como si el Estado de Israel no se hubiese creado.

Al borrarse la primera imagen de la creación del Estado de Israel (en los que la tuvieron), y al no existir en aquellos que nacieron después, Israel es desconocida como ilusión y reconocida como desilusión, no sólo por lo que pasa sino también por lo que es. Israel es lo que pasa, en ambos sentidos; no lo que está, sino lo que pasa.

Los vínculos en la comunidad judía organizada, en especial el de dirigente-profesional son el resultado de una necesidad que determinó la transformación de una situación de transitoriedad (hacia Israel) en una situación permanente. No me refiero a los maestros, rabinos, profesionales que trabajan como tales pero que no eran nombrados como tales.

La diferencia consiste en que aquellos eran reconocidos como miembro de la comunidad en la que realizaban un trabajo. En cambio nosotros somos reconocidos como miembros de la comunidad por el trabajo que hacemos.

La desprofesionalización habla del proceso inverso, el pasaje de una permanencia en transitoriedad, pero no a Israel sino hacia el afuera.

Una crisis no se produce porque se nombra, sino porque una situación insostenible obliga a repensar un sentido.

MIETERIOS DE LA PROFESION

En la comunidad judía no existe tal crisis. La condición para la crisis es concebir a la familia judía como un socio que puede ser distinto y en lugar de llenar un vacío que resulta de su inconsciencia, dejarlo vacío y ver luego qué hace para resolverlo.

Hay un misterio en nuestro trabajo a nivel profesional.

Cuando entramos a trabajar en la comunidad éramos judíos con una ideología que comprometía nuestras vidas. Durante el desarrollo fuimos negando un estilo de vida que sentíamos que nos representaba e ingresando a otro que suponemos más actualizado, pero que no nos representa.

Así nuestro trabajo se fue separando de nuestra forma de vivir.
No aludo a lo obvio. Los cambios en el mundo, el cambio que se produjo en Israel, la incertidumbre, la responsabilidad que implica sostener una familia, etc.; me refiero a la transformación que lo exógeno produjo en nuestra interioridad, en lo que era de cada uno de nosotros, en lo que cada uno traía. Esa adaptación fue una manera de evitar la crisis.

Recuperar un espacio de reflexión en lo individual es una de las maneras de recuperar un espacio en lo comunitario, desde un nuevo tiempo que ingrese de tal forma, que la integración al medio circundante (que es hacia donde el proceso va), se haga conservando una conciencia que resulta de una historia compartida, y que nos legaliza para mantener un espacio propio donde conservar y desplegar nuestra singularidad. Espacio propio, no en el sentido ghettico ( aunque es también posible), sino en el mundo al que intentamos integrarnos.

Cambiar la mirada puede devolver otra versión de los hechos, donde uno puede verse a sí mismo y al otro como un distinto al que es.

Hace unos meses me invitaron a un encuentro de gente de tercera edad donde se presentaba, además, un conjunto joven de bailes israelíes. Me llamó la atención una mujer mayor que se sentó con mucha dificultad, ya que apenas caminaba.

Pero al cabo de un rato., mientras se cantaba en idish, la vi pronto suelta, libre, alegre y bailando.

Luego este baile se interrumpió para anunciar al conjunto de bailes israelíes. Entraron muchos jóvenes, que mientras bailaban tuve la sensación que apenas podían caminar.

*Este trabajo fue presentado en el IV CONGRESO DE PROFESIONALES DE LA COMUNIDAD JUDEO—ARGENTINA y III  CONGRESO LATINOAMERICANO en la plenaria sobre el tema “EL TRABAJO DEL PROFESIONAL EN UNA COMUNIDAD EN CRISIS”.

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